miércoles, 26 de septiembre de 2012

sábado, 22 de septiembre de 2012

La buena voluntad kantiana, por Rubén Dri*

Los partidos de izquierda y semiizquierda, llamados de centroizquierda, se sienten en su propia salsa cuando el Gobierno presenta rasgos reaccionarios y represivos. La contradicción aparece entonces con absoluta claridad, sin peligro alguno de confusión. La realidad se enturbia cuando el gobierno de turno presenta rasgos populares o, en todo caso, que benefician a los sectores populares. Dichos partidos necesitan que el Gobierno sea reaccionario. De esa manera, piensan que tienen espacio para su crecimiento, sin ningún tipo de confusión. Los hechos del presente gobierno desmienten esa pretendida realidad. ¿Cómo hacer entonces para que esa necesidad se transforme en realidad, o sea creída como tal? Es allí donde viene en su auxilio Kant, ese gran filósofo de fines del siglo XVIII. Dice Kant al inicio de Fundamentación de la metafísica de las costumbres: “Ni en el mundo, ni, en general, tampoco fuera del mundo, es posible pensar nada que pueda considerarse como bueno sin restricción, a no ser tan sólo una buena voluntad”, es decir, una buena intención. No se trata de hechos sino de intenciones. Son éstas las que cuentan. En consecuencia, todos los hechos deben ser juzgados según sus intenciones.

jueves, 20 de septiembre de 2012

miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Quiénes somos? ¿Cuántos somos? La dialéctica segùn Wainraich

Kidult: idas y vueltas entre el adulto responsable y el costado masculino más infantil

Cuando voy a buscar a mi hija al jardín, veo a otros padres: están vestidos con traje y corbata. Otros, con zapatos, pantalón y camisa. Yo estoy con un jean gastado y zapatillas.
En verano, con bermudas y ojotas. Me creo más canchero? Más libre? Quién me creo que soy? Es difícil mantener una charla en ojotas cuando el interlocutor está en traje.
Cómo hago para que me respete? Cómo hago para que me tome en serio? Se puede ser adulto en bermudas y ojotas? Soy un adulto? Cuándo se recibe uno de adulto? Veamos: soy padre: adulto. Me cuesta tomar decisiones: adolescente. Fui testigo de casamiento de varios amigos: adulto. No soy bueno manteniendo enojos, se me pasan rápido, hago chistes mientras protesto y así se desvanece la queja: infantil. Si pido, por ejemplo, mozzarella pero llega napolitana, no tengo la garra suficiente como para decirle al mozo que se equivocó: infantil. Pago el jardín y la obra social: adulto. Voy a reuniones de padres: adulto!!! Tengo cenas de pareja: adulto. Voy a terapia: mmmmm..., no sé a qué casillero de la vida corresponde analizarse. Tal vez esté relacionado con el contenido de la terapia. Si escucharan esos 40 minutos, sacarían la conclusión: adolescente. Cuando mi mujer me habla de los problemas de una amiga, hago chistes: infantil. A veces no los hago, pero los pienso: adolescente. Tengo charlas con mi mujer relacionadas con el futuro, la familia, planear vacaciones: súper adulto. Hablo de política: adulto. Hablo de fútbol: ser humano bien nacido en Argentina. Encontré un jueguito en el celular y ganar o perder es cuestión de vida o muerte. Me hace feliz batir récords: la más tierna infancia. Quiénes somos? Cuántos somos? Quiénes queremos ser? Quiénes creemos que somos? Cuando volvemos a ser niños, somos los niños que fuimos o somos una versión más patética, repleta de nostalgia y destiempo? Y cuándo volvemos a ser adolescentes? A dónde volvemos? A una época de confusión o nos la arreglamos para quedarnos con la parte buena de aquellos años? Hace la vida llevadera ser varios, viajar por el tiempo y recuperar algo de todo el tiempo perdido. Es interesante hacernos estas preguntas y pensar las respuestas. Pero a veces no hay tiempo para eso. Hay urgencias: hay que pagar las cuentas, hay que trabajar y hay que ir a buscar a la nena al jardín.

Sebastian Wainraich

ROBERTO ARLT, "LOS SIETE LOCOS" (fragmento)

"SER A TRAVÉS DE UN CRIMEN"

Un trozo de andén de la estación de Témperley estaba débilmente iluminado por la luz que salía de una puerta de la oficina de los telegrafistas. Erdosain sentóse en un banco junto a las palancas para los cambios de vías, en la oscuridad. Tenía frío y tal vez fiebre. Además experimentaba la impresión de que la idea criminosa era una continuidad de su cuerpo, como el hombre de tiniebla que pudiera arrojar en la luz. Un disco rojo brillaba al extremo del brazo invisible del semáforo; más allá otros círculos rojos y verdes estaban clavados en la oscuridad, y la curva del riel galvanoplastiado de esas luces sumergía en las tinieblas su redondez azulenca o carminosa. A veces la luz roja o verde descendía. Luego todo permanecía quieto, dejando de rechinar las cadenas en las roldanas y cesando el roce de los alambres en las piedras.