miércoles, 30 de octubre de 2013

Gramsci: Notas sobre Maquiavelo... (Selección de textos por Sergio Friedemann)

ANTONIO GRAMSCI, NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, SOBRE POLITICA Y EL ESTADO MODERNO. (CUADERNOS DE LA CÁRCEL)

SELECCIÓN DE TEXTOS Y PÁRRAFOS

La ciencia de la política. La innovación fundamental introducida por la filosofía de la praxis en la ciencia de la política y de la historia es la demostración de que no existe una "naturaleza humana" abstracta, fija e inmutable (concepto que deriva del pensamiento religioso y de la trascendencia), sino que la naturaleza humana es el conjunto de relaciones sociales históricamente determinadas, es decir, un hecho histórico verificable, dentro de ciertos límites, con los métodos de la crítica. Por lo tanto, la ciencia política debe ser concebida en su contenido concreto (y también en su formulación lógica) como un organismo en desarrollo. Hay que hacer notar sin embargo que la formulación dada por Maquiavelo a la cuestión de la política (y la afirmación implícita en sus escritos de que la política es una ciencia autónoma, con sus principios y leyes, diferentes de los pertenecientes a la moral y a la religión, proposición que tiene una gran importancia filosófica, porque implícitamente innova la concepción de la moral y de la religión, es decir, innova toda la concepción del mundo) es aún hoy discutida y contradicha, no habiendo logrado convertirse en "sentido común". ¿Qué significa esto?, ¿significa solamente que la revolución intelectual y moral, cuyos elementos están contenidos in nuce en el pensamiento de Maquiavelo, no se ha realizado todavía, no ha devenido una forma pública y manifiesta de la cultura nacional? ¿0 quizás tiene un mero significado político actual, sirve para indicar la separación existente entre gobernantes y gobernados, para indicar que existen dos culturas: la de los gobernantes y la de los gobernados; y que la clase dirigente, como la Iglesia, tiene una actitud hacia los "simples" dictada por la necesidad de no separarse de ellos, por una parte, y por la otra de mantenerlos en la convicción de que Maquiavelo no es nada más que una aparición diabólica?
Se plantea así el problema del significado que ha tenido Maquiavelo en su tiempo y de los fines que se proponía escribiendo sus libros y especialmente El Príncipe. La doctrina de Maquiavelo no era en su tiempo puramente "libresca", un monopolio de pensadores aislados, un libro secreto, que circula entre iniciados. El estilo de Maquiavelo no es el de un tratadista sistemático, como los había en el Medioevo y en el Humanismo, sino todo lo contrario; es el estilo de un hombre de acción, de quien quiere impulsar la acción; es el estilo de un "manifiesto" de partido. (…) Se suele decir que las normas de Maquiavelo para la actividad política "se aplican, mas no se dicen"; los grandes políticos --se dice-- comienzan por maldecir a Maquiavelo, por declararse antimaquiavélicos, precisamente para poder aplicar las normas "santamente". ¿No habrá sido Maquiavelo poco maquiavélico, uno de aquellos que "saben el juego" y tontamente lo enseñan mientras el maquiavelismo vulgar enseña a hacer lo contrario?
(…)
Se puede suponer, por consiguiente, que Maquiavelo tiene en vista a "quien no sabe", que intenta realizar la educación política de "quien no sabe", educación política no negativa, de odiadores de tiranos (…), sino positiva, de quien debe reconocer como necesarios determinados medios, aunque propios de tiranos, porque quiere determinados fines. Quien ha nacido en la tradición de los hombres de gobierno, por todo el complejo de la educación que absorbe del ambiente familiar, en el cual predominan los intereses dinásticos o patrimoniales, adquiere casi automáticamente los caracteres del político realista. Por consiguiente, ¿quién "no sabe"?. La clase revolucionaria de su tiempo, el "pueblo" y la "nación" italiana, la democracia ciudadana (…). Se puede considerar que Maquiavelo quiere persuadir a estas fuerzas de la necesidad de tener un "jefe" que sepa lo que quiere y cómo obtener lo que quiere y de aceptarlo con entusiasmo, aun cuando sus acciones puedan estar o parecer en contradicción con la ideología difundida en la época, la religión. Esta posición de la política de Maquiavelo se repite en el caso de la filosofía de la praxis. (…)
La política como ciencia autónoma. La cuestión inicial que debe ser planteada y resuelta en un trabajo sobre Maquiavelo es la cuestión de la política como ciencia autónoma, es decir, del puesto que ocupa o debe ocupar la ciencia política en una concepción del mundo sistemática (coherente y consecuente), en una filosofía de la praxis.
A este respecto, el progreso aportado por Croce a los estudios sobre Maquiavelo y sobre la ciencia política consiste principalmente (como en otros campos de la actividad crítica crociana) en la disolución de una serie de problemas falsos, inexistentes o mal planteados. Croce se ha basado sobre su distinción de los momentos del espíritu y sobre la afirmación de un momento de la práctica, de un espíritu práctico, autónomo e independiente, aunque ligado circularmente a la realidad entera por la dialéctica de los distintos. En una filosofía de la praxis, la distinción no será por cierto entre los momentos del Espíritu absoluto, sino entre los grados de la superestructura y se tratará, por lo tanto, de establecer la posición dialéctica de la actividad política (y de la ciencia correspondiente) como determinado grado superestructural. Se podrá decir, como primera indicación y aproximación, que la actividad política es justamente el primer momento o primer grado, el momento en el cual la superestructura está aún en la fase inmediata de mera afirmación voluntaria, indistinta y elemental.
¿En qué sentido se puede identificar la política con la historia y, por consiguiente, toda la vida con la política? ¿Cómo puede concebirse por ello a todo el sistema de las superestructuras como distinciones de la política y cómo se justifica la introducción del concepto de distinción en una filosofía de la praxis? ¿Pero puede hablarse de dialéctica de los distintos? ¿cómo puede entenderse el concepto de círculo entre los grados de la superestructura? Concepto de bloque histórico, es decir unidad entre la naturaleza y el espíritu (estructura y superestructura), unidad de los contrarios y de los distintos.
¿Se puede introducir el criterio de distinción también en la estructura? ¿Cómo habrá que entender a la estructura? En el sistema de las relaciones sociales ¿cómo podrán distinguirse los elementos "técnica", "trabajo", "clase", etc., entendidos en un sentido histórico y no "metafísico"? Crítica de la posición de Croce para quien a los fines de la polémica la estructura llega a ser un "dios oculto", un "noúmeno" [cosa pensada (Kant)] en contraposición a las "apariencias" de la superestructura. "Apariencias" en sentido metafórico y en sentido positivo. ¿Por qué "históricamente" y como terminología, se habló de "apariencias"?
Es interesante establecer cómo Croce extrajo de esta concepción general su particular doctrina del error y del origen práctico del error. Para Croce el error nace de una "pasión" inmediata, es decir, de carácter individual o de grupo. Pero ¿qué producirá la "pasión" de importancia histórica más vasta, la pasión como "categoría"?
(…)
El término "aparente", "apariencia", significa esto y nada más que esto, y es necesario justificarlo contra el dogmatismo: es la afirmación de la caducidad de todo sistema ideológico, junto a la afirmación de la validez histórica y de la necesidad de todo sistema ("En el terreno ideológico el hombre adquiere conciencia de las relaciones sociales", al decir esto ¿no afirmamos la necesidad y la validez de las "apariencias"?).
La concepción de Croce de la política-pasión excluye a los partidos, porque no se puede pensar en una "pasión" organizada y permanente; la pasión permanente es una condición de orgasmo y de espasmo que determina ineptitudes en el obrar. Excluye a los partidos y excluye todo "plan" de acción concertado de antemano. Sin embargo, los partidos existen y los planes de acción son elaborados, aplicados y frecuentemente realizados en una medida muy considerable: existe, por consiguiente, un "vicio" en la concepción de Croce. Y de nada sirve decir que si los partidos existen, esto no tiene una gran importancia "teórica" porque en el momento de la acción el "partido" que actúa no es el mismo "partido" que existía antes; en parte esto puede ser cierto, sin embargo, entre los dos "partidos" las coincidencias son tantas que en realidad puede decirse que se trata del mismo organismo.
(…)
La política es acción permanente y da nacimiento a organizaciones permanentes en cuanto se identifica con la economía. Pero esta última se distingue también de la política y por ello se puede hablar separadamente de economía y de política y se puede hablar de "pasión política" como de un impulso inmediato a la acción que nace en el terreno "permanente y orgánico" de la vida económica, pero lo supera; haciendo entrar en juego sentimientos y aspiraciones en cuya atmósfera incandescente el mismo cálculo de la vida humana individual obedece a leyes diferentes de las que rigen el pequeño interés individual.
Junto a los méritos de la "maquiavelística" moderna, derivada de Croce, es necesario señalar también las "exageraciones" y desviaciones a que ha dado lugar. Se formó el hábito de considerar demasiado a Maquiavelo como el "político en general", como el "científico de la política", actual en todos los tiempos.
Es preciso considerar fundamentalmente a Maquiavelo como expresión necesaria de su tiempo, vinculado en forma estrecha a las condiciones y exigencias de su tiempo, caracterizado por: 1) las luchas internas de la república florentina y por la particular estructura del Estado que no sabía liberarse de los residuos comunales-municipales, es decir, de una forma de feudalismo constituida en una traba; 2) por las luchas entre los Estados italianos por un equilibrio en el ámbito italiano, que era obstaculizado por la existencia del Papado y de los otros residuos feudales, municipalistas, y por la forma estatal ciudadana y no territorial; 3) por las luchas de los Estados italianos más o menos solidarios con un equilibrio europeo, o sea, por las contradicciones entre las necesidades de un equilibrio interno italiano y las exigencias de los estados europeos en lucha por la hegemonía.
Sobre Maquiavelo influye el ejemplo de Francia y de España, que alcanzaron una fuerte unidad estatal territorial; Maquiavelo hace un "parangón elíptico" (para usar la expresión crociana) y extrae las reglas para un Estado fuerte en general e italiano en particular. Maquiavelo es en todo un hombre de su época; y su ciencia política representa la filosofía de tal época, que tiende a la organización de las monarquías nacionales absolutas "como formas políticas que permiten y facilitan un desarrollo ulterior de las fuerzas productivas burguesas. (…)

Elementos de política.
(…) El primer elemento es el de que existen realmente gobernados y gobernantes, dirigentes y dirigidos. Toda la ciencia y el arte político se basan en este hecho primordial, irreductible (en ciertas condiciones generales). Sus orígenes constituyen un problema en sí, que deberá ser estudiado en sí (por lo menos podrá, y deberá estudiarse cómo atenuar y hacer desaparecer el hecho mutando aquellas condiciones que sean identificadas como actuantes en este sentido), pero permanece la consideración de que existen dirigentes y dirigidos, gobernantes y gobernados. Partiendo de este hecho habrá que analizar cómo dirigir de la manera más eficaz (dados ciertos fines) y por lo tanto cómo preparar de la mejor forma a los dirigentes (y en esto consiste precisamente la primera sección de la ciencia y del arte político). Pero habrá que analizar además, por otro lado, cómo se conocen las líneas de menor resistencia o racionales para obtener la obediencia de los dirigidos o gobernados. Para formar los dirigentes es fundamental partir de la siguiente premisa: ¿se quiere que existan siempre gobernados y gobernantes, o por el contrario, se desean crear las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de la existencia de esta división?, o sea ¿se parte de la premisa de la perpetua división del género humano o se cree que tal división es sólo un hecho histórico, que responde a determinadas condiciones? Sin embargo, es necesario tener claro que la división entre gobernados y gobernantes, si bien en última instancia corresponde a una división de grupos sociales, existe también, en el seno del mismo grupo, aunque este sea homogéneo desde el punto de vista social. En cierto sentido, se puede decir que tal producto de la división del trabajo, es un hecho técnico. Sobre esta coexistencia de motivos especulan quienes ven en todo solamente "técnica", necesidad "técnica", etc., para no plantearse el problema fundamental.
Dado que también en el mismo grupo existe la división entre gobernantes y gobernados, es preciso fijar algunos principios inderogables. Y es justamente en este terreno donde ocurren los "errores" más graves, donde se manifiestan las incapacidades más criminales y difíciles de corregir. Se cree que, una vez planteado el principio de la homogeneidad de un grupo, la obediencia no sólo debe ser automática y existir sin una demostración de su "necesidad" y racionalidad, sino que debe ser también indiscutible (algunos piensan y lo que es peor actúan según este pensamiento, que la obediencia "vendrá" sin ser exigida, sin que sea indicada la vía a seguir). Es así difícil extirpar de los dirigentes el "cadornismo" *, o sea la convicción de que una cosa será hecha porque el dirigente considera justo y racional que así sea. Si no fuera hecha, la "culpa" será asignada a quienes "habrían debido", etc. (…)
* El termino proviene del general Luigi Cadorna, jefe del Estado favor del ejército italiano durante la retirada de Caporetto (1917), de la cual fue el principal responsable. Caporetto puso en evidencia el carácter erróneo de la conducción del ejército italiano, y el "cadornismo" simboliza aquí el burocratismo o el autoritarismo de los dirigentes que consideraban como superfluo el trabajo de persuasión de los "dirigidos" para obtener su adhesión voluntaria (N. del T.).
Este principio se extiende a todas las acciones que exigen sacrificio. Por lo cual siempre, luego de todo acontecimiento, es necesario ante todo buscar la responsabilidad de los dirigentes, entendida ésta en sentido estricto (por ejemplo: un frente está constituido por muchas secciones y cada sección tiene sus dirigentes. Es posible que de una derrota sean más responsables los dirigentes de una sección que los de otra, pero se trata de una cuestión de grados y no de eximir de responsabilidades a ninguno).
Planteado el principio de que existen dirigentes y dirigidos, gobernantes y gobernados, es verdad que los "partidos" son hasta ahora el modo más adecuado de formar los dirigentes y la capacidad de dirección (los "partidos" pueden presentarse bajo los nombres más diversos, aún con el nombre de anti-partido y de "negación de los partidos". En realidad, los llamados "individualistas" son también hombres de partido, sólo que desearían ser "jefes de partido" por la gracia de Dios o por la imbecilidad de quienes lo siguen).
(…) En primer lugar, el "espíritu estatal" presupone la "continuidad", tanto hacia el pasado, o sea hacia la tradición, como hacia el porvenir; es decir, presupone que cada acto es un momento de un proceso complejo, que ya comenzó y que continuará. La responsabilidad de este proceso, la de ser sus actores y de ser solidarios con fuerzas "desconocidas" materialmente, pero que se las siente como activas y operantes y se las considera como si fuesen "materiales" y estuviesen físicamente presentes, se llama en ciertos casos "espíritu estatal". Es evidente que tal conciencia de la "duración" debe ser concreta y no abstracta y que, en cierto sentido, no debe sobrepasar determinados límites. Supongamos que dichos limites mínimos estén constituidos por dos generaciones: la precedente y la futura, lo cual ya es bastante si consideramos a las generaciones no desde el punto de vista de los años --treinta años antes para una, treinta años después para la otra-- sino desde el punto de vista orgánico, en un sentido histórico, lo que al menos para el pasado es fácil de comprender. Nos sentimos solidarios con los hombres que hoy son muy viejos y que representan el "pasado" que aún vive entre nosotros, que es necesario conocer, con el cual es necesario arreglar cuentas, que es uno de los elementos del presente y de las premisas del futuro. Y con los niños, con las generaciones nacientes y crecientes, de las cuales somos responsables (Muy diferente es el "culto" de la "tradición", que tiene un valor tendencioso, implica una elección y un fin determinado, es decir, que está en la base de una ideología). Sin embargo, si se puede decir que un "espíritu estatal" así entendido está en todos, es necesario a veces combatir contra las deformaciones que lo afectan o las desviaciones que produce.
(…)
El partido político. Dijimos anteriormente que en la época moderna el protagonista del nuevo Príncipe no podría ser un héroe personal, sino un partido político, el determinado partido que en cada momento dado y en las diversas relaciones internas de las diferentes naciones intenta crear (y este fin está racional e históricamente fundado) un nuevo tipo de Estado.
Es necesario observar cómo en los regímenes que se presentan como totalitarios, la función tradicional de la Corona es en realidad asumida por un determinado partido, que es totalitario precisamente porque cumple esta función. Cada partido es la expresión de un grupo social y nada más que de un sólo grupo social. Sin embargo, en determinadas condiciones sociales, algunos partidos representan un sólo grupo social en cuanto ejercen una función de equilibrio y de arbitraje entre los intereses del propio grupo y el de los demás grupos y procuran que el desarrollo del grupo representado se produzca con el consentimiento y con la ayuda de los grupos aliados y en ciertos casos, con el de los grupos adversarios más hostiles. (…)
¿Es necesaria la acción política (en sentido estricto) para que se pueda hablar de "partido político"? En el mundo moderno se puede observar que en muchos países los partidos orgánicos y fundamentales, por necesidades de lucha o por otras razones, se han dividido en fracciones, cada una de las cuales asume el nombre de "partido" y aún, de partido independiente. Debido a ello con mucha frecuencia el Estado Mayor intelectual del partido orgánico no pertenece a ninguna de tales fracciones pero actúa como si fuese una fuerza dirigente por completo independiente, superior a los partidos y a veces considerada así por el público. Esta función se puede estudiar con mayor precisión si se parte del punto de vista de que un periódico (o un grupo de periódicos), una revista (o un grupo de revistas), son también "partidos" o "fracciones de partido" o "función de determinado partido". Piénsese en la función del "Times" en Inglaterra y del "Corriere della Sera" en Italia, pero también en la función de la llamada "prensa informativa", que se llama a sí misma "apolítica" y hasta de la prensa deportiva y técnica. Por otro lado, el fenómeno ofrece aspectos interesantes en los países donde existe un partido único y totalitario de gobierno, porque tal partido no cumple ya funciones estrictamente políticas, sino solamente técnicas, de propaganda, de policía, de influencia moral y cultural. La función política es indirecta, pues si no existen otros partidos legales, existen siempre de hecho otros partidos y tendencias que escapan a la coerción legal, contra los cuales se polemiza y lucha como en una partida de gallo ciego. De todas maneras es verdad que en tales partidos predominan las funciones culturales, dando lugar a un lenguaje político de jerga: es decir, que las cuestiones políticas revisten formas culturales y como tales devienen irresolubles. Pero hay un partido tradicional que tiene un carácter esencial "indirecto", o sea, se presenta como puramente "educativo" (lucus, etc.), moralista, de cultura (sic): es el movimiento libertario. Aun la llamada acción directa (terrorista) es concebida como "propaganda" por el ejemplo, lo cual permite reforzar el juicio de que el movimiento libertario no es autónomo, sino que vive al margen de los otros partidos "para educarlos".
(…)
La historia de un partido, en suma, no podrá ser menos que la historia de un determinado grupo social. Pero este grupo no está aislado, tiene amigos, afines, adversarios, enemigos. Sólo del complejo cuadro de todo el conjunto social y estatal (y frecuentemente también con interferencias internacionales) resultará la historia de un determinado partido, por lo que se puede decir que escribir la historia de un partido no significa otra cosa que escribir la historia general de un país desde un punto de vista monográfico, para subrayar un aspecto característico. Un partido habrá tenido mayor o menor significado y peso, justamente en la medida en que su actividad particular haya pesado más o menos en la determinación de la historia de un país.
He aquí por qué del modo de escribir la historia de un partido deriva el concepto que se tiene de lo que un partido es y debe ser. El sectario se exaltará frente a los pequeños actos internos que tendrán para él un significado esotérico y lo llenarán de místico entusiasmo. El historiador, aún dando a cada cosa la importancia que tiene en el cuadro general, pondrá el acento sobre todo en la eficiencia real del partido.
 (…)
Es difícil pensar que un partido político cualquiera (de los grupos dominantes pero también de los grupos subalternos) no cumpla asimismo una función de policía[1], vale decir, de tutela de un cierto orden político y legal. Si esto fuese demostrado taxativamente, la cuestión debería ser planteada en otros términos: sobre los modos y direcciones en que tal función es ejercida. ¿Se realiza en el sentido de represión o de difusión? ¿Es de carácter reaccionario o progresista? El partido considerado, ¿ejerce su función de policía para conservar un orden exterior, extrínseco, obstaculizador de las fuerzas vivas de la historia, o la ejerce en el sentido de que tiende a conducir el pueblo a un nuevo nivel de civilización del cual el orden político y legal es una expresión programática? En efecto, una ley encuentra quienes la infringen: 1) entre los elementos sociales reaccionarios que la ley ha desposeído; 2) entre los elementos progresistas que la ley oprime; 3) entre los elementos que no alcanzaron el nivel de civilización que la ley puede representar. La función de policía de un partido puede ser, por consiguiente, progresista o regresiva; es progresista cuando tiende a mantener en la órbita de la legalidad a las fuerzas reaccionarias desposeídas y a elevar al nivel de la nueva legalidad a las masas atrasadas. Es regresiva cuando tiende a oprimir las fuerzas vivas de la historia y a mantener una legalidad superada, anti-histórica, transformada en extrínseca. Por otro lado, el funcionamiento del partido en cuestión suministra criterios discriminatorios; cuando el partido es progresista funciona "democráticamente" (en el sentido de un centralismo democrático), cuando el partido es regresivo funciona "burocráticamente" (en el sentido de un centralismo burocrático). En este segundo caso el partido es meramente ejecutor, no deliberante; técnicamente es un órgano de policía y su nombre de "partido político" es una pura metáfora de carácter mitológico.

Industriales y agrarios. Se presenta el problema de saber si los grandes industriales pueden tener un partido político permanente propio. La respuesta me parece que debe ser negativa. Los grandes industriales utilizan alternativamente todos los partidos existentes, pero no tienen un partido propio. Mas no por ello son, en alguna manera, "agnósticos" o "apolíticos". Su interés corresponde a un determinado equilibrio que obtienen precisamente reforzando con sus medios, en cada oportunidad, este o aquel partido del variado panorama político (con excepción, se entiende, del partido antagónico cuya afirmación no puede ser ayudada ni aun por cuestiones tácticas). Cierto es, sin embargo, que si esto ocurre en la vida "normal", en los casos extremos, que por otra parte son los que cuentan (como la guerra en la vida nacional), el partido de los grandes industriales es el de los agrarios, quienes en cambio tienen permanentemente un partido propio. Se puede ver como ejemplo de lo aquí señalado el caso de Inglaterra, donde el Partido conservador absorbió al Partido liberal, que sin embargo aparecía tradicionalmente como el partido de los industriales.
(…)
Este principio tiene importancia política porque la verdad teórica, según la cual cada clase tiene un sólo partido, está demostrada en los cambios decisivos por el hecho de que los distintos agrupamientos, que se presentaban cada uno como partidos "independientes", se reúnen y forman un bloque único. La multiplicidad existente al principio era sólo de carácter "reformista", o sea concernía a cuestiones parciales; en cierto sentido era una división del trabajo político (útil en sus límites); pero cada parte presuponía las otras, tanto que en los momentos decisivos, cuando las cuestiones fundamentales fueron puestas en juego, la unidad se formó, el bloque se verificó. De esto deriva la conclusión de que en la construcción de los partidos es necesario basarse sobre un carácter "monolítico" y no sobre cuestiones secundarias; por consiguiente debe velarse porque exista homogeneidad entre dirigentes y dirigidos, entre jefes y masa. Si en los momentos decisivos los jefes pasan a su "verdadero partido", las masas quedan truncas en su impulso, inertes y sin eficacia. Se puede decir que ningún movimiento real adquiere conciencia repentina de su carácter de totalidad, sino sólo a través de una experiencia sucesiva, o sea cuando toma conciencia, gracias a los hechos, de que nada de lo que existe es natural (en el sentido inusitado de la palabra) sino que existe porque se dan ciertas condiciones, cuya desaparición no puede dejar de tener consecuencias. Es así como el movimiento se perfecciona, pierde los caracteres de arbitrariedad, de "simbiosis", se transforma en verdaderamente independiente, en el sentido de que para lograr determinadas consecuencias crea las premisas necesarias, empeñando en dicha creación todas sus fuerzas.

Previsión y perspectiva. Otro punto que es preciso fijar y desarrollar es el de la "doble perspectiva" en la acción política y en la vida estatal. Diferentes grados en que puede presentarse la doble perspectiva, desde los más elementales a los más complejos, pero que pueden reducirse teóricamente a dos grados fundamentales, correspondientes a la doble naturaleza del Centauro maquiavélico, de la bestia y del hombre, de la fuerza y del consenso, de la autoridad y de la hegemonía, de la violencia y de la civilización, del momento individual y del universal (de la "Iglesia" y del "Estado"), de la agitación y de la propaganda, de la táctica y de la estrategia, etc.
Algunos redujeron la teoría de la "doble perspectiva" a algo mezquino y banal, o sea a nada más que dos formas de "inmediatez" que se suceden mecánicamente en el tiempo con mayor o menor "proximidad". Puede ocurrir por el contrario que cuanto más "inmediata" y elemental es la primera "perspectiva", tanto más "lejana" (no en el tiempo, sino como relación dialéctica), compleja y elevada debe ser la segunda; o sea, puede ocurrir como en la vida humana, que cuanto más obligado está un individuo a defender su propia existencia física inmediata, tanto más sostiene los complejos y elevados valores de la civilización y de la humanidad, partiendo desde su punto de vista.
Es cierto que prever significa solamente ver bien el presente y el pasado en cuanto movimiento; ver bien, es decir, identificar con exactitud los elementos fundamentales y permanentes del proceso. Pero es absurdo pensar en una previsión puramente "objetiva". Quienes prevén tienen en realidad un "programa" para hacer triunfar y la previsión es justamente un elemento de ese triunfo. Esto no significa, que la previsión deba siempre ser arbitraria y gratuita o puramente tendenciosa. Se puede decir mejor que sólo en la medida en que el aspecto objetivo de la previsión está vinculado a un programa, adquiere objetividad: 1) porque sólo la pasión aguza el intelecto y contribuye a tornar más clara la intuición; 2) porque siendo la realidad el resultado de una aplicación de la voluntad humana a la sociedad de las cosas (del maquinista a la máquina), prescindir de todo elemento voluntario, o calcular solamente la intervención de las voluntades ajenas como elemento objetivo del juego general, mutila la realidad misma. Sólo quien desea fuertemente identifica los elementos necesarios para la realización de su voluntad.
Por ello, considerar que una determinada concepción del mundo o de la vida contiene en sí misma un poder superior de capacidad de previsión es un error que proviene de una grosera fatuidad y de un carácter superficial. Es cierto que en cada previsión está implícita una concepción del mundo y el hecho de que sea una desconexión de actos arbitrarios del pensamiento o una visión rigurosa y coherente no deja de tener importancia, pero la importancia la adquiere precisamente en el cerebro viviente de quien hace la previsión y la vivifica con su firme voluntad. Esto se observa en las previsiones realizadas por los pretendidos "desapasionados", quienes abundan en digresiones gratuitas, en sutiles minucias, en elegancias conjeturales. Sólo la existencia en el "previsor" de un programa a realizar hace sí que éste se atenga a lo esencial, a aquellos elementos que siendo "organizables", susceptibles de ser dirigidos o desviados, son en realidad los únicos previsibles. Esto va contra la manera habitual de considerar la cuestión. Generalmente, se piensa que todo acto de previsión presupone la determinación de leyes de regularidad del tipo de las leyes de las ciencias naturales. Pero como estas leyes no existen en el sentido absoluto o mecánico que se supone, no se tiene en cuenta la voluntad de los demás y no se "prevé" su aplicación. Se construye por lo tanto sobre una hipótesis arbitraria y no sobre la realidad.
El realismo político "excesivo" (y por consiguiente superficial y mecánico) conduce frecuentemente a afirmar que el hombre de Estado debe operar sólo en el ámbito de la "realidad efectiva"; no interesarse por el "deber ser" sino únicamente por el "ser". Lo cual significa que el hombre de Estado no debe tener perspectivas que estén más allá de su propia nariz. Este error condujo a Paolo Treves a encontrar en Guicciardini y no en Maquiavelo el "político verdadero".
Es necesario distinguir no sólo entre "diplomático" y "político", sino también entre científico de la política y político de acción. El diplomático no puede dejar de moverse únicamente en la realidad efectiva, porque su actividad específica no es crear nuevos equilibrios, sino conservar dentro de ciertos cuadros jurídicos un equilibrio existente. Así también el científico debe moverse sólo en la realidad efectiva en cuanto mero científico. Pero Maquiavelo no es un mero científico; es un hombre de partido, de pasiones poderosas, un político de acción que quiere crear nuevas relaciones de fuerzas y no puede por ello dejar de ocuparse del "deber ser", no entendido por cierto en sentido moralista. La cuestión no debe por consiguiente ser planteada en estos términos. Es mucho más compleja. Se trata de analizar si el "deber ser" es un acto necesario o arbitrario, es voluntad concreta o veleidad, deseo, sueño en las nubes. El político de acción es un creador, un suscitador, más no crea de la nada ni se mueve en el turbio vacío de sus deseos y sueños. Se basa en la realidad efectiva, pero, ¿qué es esta realidad efectiva? ¿Es quizás algo estático e inmóvil y no sobre todo una relación de fuerzas en continuo movimiento y cambio de equilibrio? Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y operantes, fundándose sobre aquella que se considera progresista, y reforzándola para hacerla triunfar, es moverse siempre en el terreno de la realidad efectiva, pero para dominarla y superarla (o contribuir a ello). El "deber ser" es por consiguiente lo concreto o mejor, es la única interpretación realista e historicista de la realidad, la única historia y filosofía de la acción, la única política.
(…)

Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas. Un estudio sobre la forma en que es preciso analizar las "situaciones", o sea, la forma en que es preciso establecer los diversos grados de relaciones de fuerzas, puede prestarse a una exposición elemental de ciencia y arte político, entendida como un conjunto de cánones prácticos de investigación y de observaciones particulares; útiles para subrayar el interés por la realidad efectiva y suscitar intuiciones políticas más rigurosas y vigorosas. Al mismo tiempo hay que agregar la exposición de lo que en política es necesario entender por estrategia y táctica, por "plan" estratégico, por propaganda y agitación, por "orgánica" o ciencia de la organización y de la administración en política.
Los elementos de observación empírica que por lo general son expuestos en forma desordenada en los tratados de ciencia política (se puede tomar como ejemplo la obra de G. Mosca: Elementi di scienza politica.) en la medida que no son cuestiones abstractas o sin fundamento, deberían encontrar ubicación en los diversos grados de las relaciones de fuerza, comenzando por las relaciones de las fuerzas internacionales (donde se ubicarían las notas escritas sobre lo que es una gran potencia, sobre los agrupamientos de Estados en sistemas hegemónicos y, por consiguiente, sobre el concepto de independencia y soberanía, en lo que respecta a las potencias medianas y pequeñas), para pasar a las relaciones objetivas sociales, o sea, al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, a las relaciones de fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior del Estado) y a las relaciones políticas inmediatas (o sea, potencialmente militares).
(…)
Cuanto más subordinada a las relaciones internacionales está la vida económica inmediata de una nación, tanto más un partido determinado representa esta situación y la explota para impedir el adelanto de los partidos adversarios. (…) De esta serie de datos se puede llegar a la conclusión de que, con frecuencia, el llamado "partido del extranjero" no es precisamente aquel que es vulgarmente indicado como tal, sino el partido más nacionalista, que en realidad, más que representar a las fuerzas vitales del propio país, representa la subordinación y el sometimiento económico a las naciones, o a un grupo de naciones hegemónicas.
Es el problema de las relaciones entre estructura y superestructuras el que es necesario plantear exactamente y resolver para llegar a un análisis justo de las fuerzas que operan en la historia de un período determinado y definir su relación. Es preciso moverse en el ámbito de dos principios: 1) ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vía de aparición y de desarrollo; 2) ninguna sociedad desaparece y puede ser sustituida si antes no desarrolló todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones [12]. A partir de la reflexión sobre estos dos cánones se puede llegar al desarrollo de toda una serie de otros principios de metodología histórica. Sin embargo, en el estudio de una estructura es necesario distinguir los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) de los movimientos que se pueden llamar "de coyuntura" (y se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales). Los fenómenos de coyuntura dependen también de movimientos orgánicos, pero su significado no es de gran importancia histórica; dan lugar a una crítica política mezquina, cotidiana, que se dirige a los pequeños grupos dirigentes y a las personalidades que tienen la responsabilidad inmediata del poder. Los fenómenos orgánicos dan lugar a la crítica histórico-social que se dirige a los grandes agrupamientos, más allá de las personas inmediatamente responsables y del personal dirigente. Al estudiar un período histórico aparece la gran importancia de esta distinción. Tiene lugar una crisis que a veces se prolonga por decenas de años. Esta duración excepcional significa que en la estructura se han revelado (maduraron) contradicciones incurables y que las fuerzas políticas, que obran positivamente en la conservación y defensa de la estructura misma, se esfuerzan, sin embargo, por sanear y por superar dentro de ciertos límites. Estos esfuerzos incesantes y perseverantes (ya que ninguna forma social querrá confesar jamás que está superada) forman el terreno de lo "ocasional" sobre el cual se organizan las fuerzas antagónicas que tienden a demostrar (demostración que en última instancia se logra y es "verdadera" si se transforma en una nueva realidad, si las fuerzas antagónicas triunfan; pero inmediatamente se desarrolla una serie de polémicas ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., cuyo carácter concreto es valorable en la medida en que son convincentes y desplazan la anterior disposición de las fuerzas sociales) que existen ya las condiciones necesarias y suficientes para que determinadas tareas puedan y, por consiguiente, deban ser resueltas históricamente (en cuanto todo venir a menos del deber histórico aumenta el desorden necesario y prepara catástrofes más graves).
12 "Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia, hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo nacen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización". (MARX, Prólogo a la Crítica de la Economía Política).
El error en el que se cae frecuentemente en el análisis histórico-político consiste en no saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo ocasional. Se llega así a exponer como inmediatamente activas causas que operan en cambio de una manera mediata, o por el contrario a afirmar que las causas inmediatas son las únicas eficientes. En un caso se tiene un exceso de "economismo" o de doctrinarismo pedante; en el otro, un exceso de "ideologismo"; en un caso se sobrestiman las causas mecánicas, en el otro se exalta el elemento voluntarista e individual. La distinción entre "movimientos" y hechos orgánicos y de "coyuntura", u ocasionales, debe ser aplicada a todas las situaciones, no sólo a aquellas en donde se verifica un desarrollo regresivo o de crisis aguda, sino también a aquellas en donde se verifica un desarrollo progresivo, o de prosperidad, y a aquellas en donde tiene lugar un estancamiento de las fuerzas productivas. El nexo dialéctico entre los dos órdenes de movimiento y, en consecuencia, de investigación, es difícilmente establecido con exactitud; y si el error es grave en la historiografía, es aún más grave en el arte político, cuando no se trata de reconstruir la historia pasada sino de construir la presente y la futura [13]-
13 El hecho de no haber considerado el elemento inmediato de las "relaciones de fuerza" está vinculado a. residuos de la concepción liberal vulgar, de la cual el sindicalismo es una manifestación que creía ser más avanzada cuando en la realidad daba un paso atrás. En efecto, la concepción liberal vulgar, dando importancia a la relación de las fuerzas políticas, organizadas en las diversas formas de partido (lectores de periódicos, elecciones parlamentarias y locales, organizaciones de masa de los partidos y de los sindicatos en sentido estricto), era más avanzada que el sindicalismo que daba una importancia primordial a la relación fundamental económica-social y sólo a ésta. La concepción liberal vulgar tenía, en cuenta también, en forma implícita, tales relaciones (como tantos elementos lo demuestran) pero insistía sobre todo en la relación de las fuerzas políticas, que eran una expresión de las otras y que en realidad las contenían. Estos residuos de la concepción liberal vulgar se pueden hallar en toda una serie de exposiciones que se dicen ligadas a la filosofía de la praxis y que facilitaron el desarrollo de formas infantiles de optimismo y de necedad.
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Un aspecto del mismo problema es la llamada cuestión de las relaciones de fuerza. Se lee con frecuencia en las narraciones históricas la expresión genérica: "relaciones de fuerza favorables, desfavorables a tal o cual tendencia". Planteada así, en abstracto, esta fórmula no explica nada o casi nada, porque no se hace más que repetir el hecho que debe explicarse presentándolo una vez como hecho y otra como ley abstracta o como explicación. El error teórico consiste, por lo tanto, en ofrecer como "causa histórica" un canon de búsqueda y de interpretación.
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Otra cuestión ligada a las precedentes es la de determinar si las crisis históricas fundamentales son provocadas inmediatamente por las crisis económicas. La respuesta a la cuestión está contenida en forma implícita en los parágrafos precedentes, donde se tratan cuestiones que no son más que otra manera de presentar las que tratamos ahora aquí. Sin embargo, es siempre necesario por razones didácticas, dado el público a las que están dirigidas, examinar toda forma de presentarse, de una misma cuestión, como si fuese un problema independiente y nuevo. Se puede excluir que las crisis económicas produzcan, por sí mismas, acontecimientos fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal. Por otro lado, todas las afirmaciones que conciernen a los períodos de crisis o de prosperidad pueden dar lugar a juicios unilaterales. En su compendio de historia de la Revolución francesa, Mathiez, oponiéndose a la vulgar historia tradicional, que a priori "encuentra" una crisis coincidente con la gran ruptura del equilibrio social, afirma que hacia el 1789 la situación económica era más bien buena en lo inmediato; por lo que no se puede decir que la catástrofe del Estado absoluto sea debida a una crisis de empobrecimiento. Es necesario observar que el Estado estaba enfrentado a una mortal crisis financiera y se planteaba la cuestión de saber sobre cual de los tres estratos sociales privilegiados debían recaer los sacrificios y las cargas para poner en orden las finanzas del Estado y del rey. Además; si la posición económica de la burguesía era floreciente, no era buena por cierto la situación de las clases populares de la ciudad y del campo, especialmente de aquéllas atormentadas por una miseria endémica. En todo caso, la ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurre por causas mecánicas inmediatas de empobrecimiento del grupo social que tiene interés en romper el equilibrio y de hecho lo rompe; ocurre, por el contrario, en el cuadro de conflictos superiores al mundo económico inmediato, vinculados al "prestigio" de clase (intereses económicos futuros), a una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder. La cuestión particular del malestar o bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial de la cuestión de las relaciones de fuerzas en sus diversos grados. Pueden producirse novedades tanto porque una situación de bienestar está amenazada por el egoísmo mezquino de un grupo adversario, como porque el malestar se ha hecho intolerable y no se vislumbra en la vieja sociedad ninguna tuerza que sea capaz de mitigarlo y de restablecer una normalidad a través de medios legales. Se puede decir por lo tanto, que todos estos elementos son la manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del conjunto de las relaciones sociales de fuerzas, sobre cuyo terreno adviene el pasaje de éstas a relaciones políticas de fuerzas para culminar en la relación militar decisiva.
Si falta este proceso de desarrollo que permite pasar de un momento al otro, y si es esencialmente un proceso que tiene por actores a los hombres y su voluntad y su capacidad, la situación permanece sin cambios, y pueden darse conclusiones contradictorias. La vieja sociedad resiste y se asegura un período de "respiro", exterminando físicamente a la elite adversaria y aterrorizando a las masas de reserva; o bien ocurre la destrucción recíproca de las fuerzas en conflicto con la instauración de la paz de los cementerios y, en el peor de los casos, bajo la vigilancia de un centinela extranjero.
Pero la observación más importante a plantear, a propósito de todo análisis concreto de las relaciones de fuerzas, es la siguiente: que tales análisis no pueden y no deben convertirse en fines en sí mismos (a menos que se escriba un capítulo de historia del pasado) y que adquieren un significado sólo en cuanto sirven para justificar una acción práctica, una iniciativa de voluntad. Ellos muestran cuáles son los puntos de menor resistencia donde la fuerza de la voluntad puede ser aplicada de manera más fructífera, sugieren las operaciones tácticas inmediatas, indican cómo se puede lanzar mejor una campaña de agitación política, qué lenguaje será el mejor comprendido por las multitudes, etc. El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde largo tiempo, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable (y es favorable sólo en la medida en que una fuerza tal existe y esté impregnada de ardor combativo). Es por ello una tarea esencial la de velar sistemática y pacientemente por formar, desarrollar y tornar cada vez más homogénea, compacta y consciente de sí misma a esta fuerza. Esto se ve en la historia militar y en el cuidado con que en todas las épocas fueron predispuestos los ejércitos para iniciar una guerra en cualquier momento. Los grandes Estados han llegado a serlo precisamente porque en todos los momentos estaban preparados para insertarse eficazmente en las coyunturas internacionales favorables y éstas eran tales porque ofrecían la posibilidad concreta de insertarse con eficacia en ellas.
Observaciones sobre algunos aspectos de la estructura de los partidos políticos en los períodos de crisis orgánica. En cierto momento de su vida histórica, los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales. Esto significa que los partidos tradicionales, con la forma de organización que presentan, con aquellos determinados hombres que los constituyen, representan y dirigen; ya no son reconocidos como expresión propia de su clase o de una fracción de ella. Cuando estas crisis se manifiestan, la situación inmediata se torna delicada y peligrosa, porque el terreno es propicio para soluciones de fuerza, para la actividad de potencias oscuras, representadas por hombres providenciales o carismáticos.
¿Cómo se forman estas situaciones; de contraste entre "representados y representantes" que desde el terreno de los partidos (organizaciones de partido en sentido estricto, campo electoral-parlamentario, organización periodística) se transmiten a todo el organismo estatal, reforzando la posición relativa del poder de la burocracia (civil y militar), de las altas finanzas, de la Iglesia y en general de todos los organismos relativamente independientes a las fluctuaciones de la opinión pública? En cada país el proceso es diferente, aunque el contenido sea el mismo. Y el contenido es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, que ocurre ya sea porque dicha clase fracasó en alguna gran empresa política para la cual demandó o impuso por la fuerza el consenso de las grandes masas (la guerra por ejemplo) o bien porque vastas masas (especialmente de campesinos y de pequeños burgueses intelectuales) pasaron de golpe de la pasividad política a una cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto constituyen una revolución. Se habla de "crisis de autoridad" y esto es justamente la crisis de hegemonía, o crisis del Estado en su conjunto.
La crisis crea peligrosas situaciones inmediatas porque los diversos estratos de la población no poseen la misma capacidad de orientarse rápidamente y de reorganizarse con el mismo ritmo. La clase dirigente tradicional que tiene un numeroso personal adiestrado, cambia hombres y programas y reasume el control que se le estaba escapando con una celeridad mayor de cuanto ocurre en las clases subalternas; si es necesario hace sacrificios, se expone a un porvenir oscuro cargado de promesas demagógicas, pero se mantiene en el poder, lo refuerza por el momento y se sirve de él para destruir al adversario y dispersar a su personal directivo que no puede ser muy numeroso y adiestrado. El pasaje de las masas de muchos partidos bajo la bandera de un partido único, que representa mejor y resume las necesidades de toda la clase, es un fenómeno orgánico y normal, aunque su ritmo sea rapidísimo y casi fulminante en relación a las épocas tranquilas. Representa la fusión de todo un grupo social bajo una dirección única considerada como la única capaz de resolver un grave problema existente y alejar un peligro mortal. Cuando la crisis no encuentra esta solución orgánica, sino la solución del jefe carismático, ello significa que existe un equilibrio estático (cuyos factores pueden ser eliminados, prevaleciendo sin embargo la inmadurez de las fuerzas progresistas); que ningún grupo, ni el conservador ni el progresista, tiene fuerzas como para vencer y que el mismo grupo conservador tiene necesidad de un jefe [16]. 16 Cfr., El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
Este tipo de fenómenos está vinculado a una de las cuestiones más importantes que conciernen a los partidos políticos; a la capacidad del partido de reaccionar contra el espíritu de rutina, contra la tendencia a momificarse y a devenir anacrónico. Los partidos nacen y se constituyen en organizaciones para dirigir las situaciones en momentos históricamente vitales para sus clases; pero no siempre saben adaptarse a las nuevas tareas y a las nuevas épocas, no siempre saben adecuarse al ritmo de desarrollo del conjunto de las relaciones de fuerza (y por ende de la posición relativa de sus clases) en un país determinado o en el campo internacional. Cuando se analizan estos desarrollos de los partidos, es preciso distinguir el grupo social, la masa de los partidos, la burocracia y el Estado Mayor de los partidos. La burocracia es la fuerza consuetudinaria y conservadora más peligrosa; si ella termina por constituir un cuerpo solidario y aparte y se siente independiente de la masa, el partido termina por convertirse en anacrónico y en los momentos de crisis aguda desaparece su contenido social y queda como en las nubes.
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El cesarismo. César, Napoleón I, Napoleón III, Cromwell, etc. Compilar un catálogo de los acontecimientos históricos que culminaron en una gran personalidad "heroica".
Se puede decir que el cesarismo expresa una situación en la cual las fuerzas en lucha se equilibran de una manera catastrófica, o sea de una manera tal que la continuación de la lucha no puede menos que concluir con la destrucción recíproca. Cuando la fuerza progresiva A lucha con la fuerza regresiva B, no sólo puede ocurrir que A venza a B o viceversa, puede ocurrir también que no venzan ninguna de las dos, que se debiliten recíprocamente y que una tercera fuerza C intervenga desde el exterior dominando a lo que resta de A y de B.
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Pero si bien el cesarismo expresa siempre la solución "arbitraria", confiada a una gran personalidad, de una situación histórico-política caracterizada por un equilibrio de fuerzas de perspectiva catastrófica, no siempre tiene el mismo significado histórico. Puede existir un cesarismo progresista y uno regresivo; y el significado exacto de cada forma de cesarismo puede ser reconstruido en última instancia por medio de la historia concreta y no a través de un esquema sociológico. El cesarismo es progresista cuando su intervención ayuda a las fuerzas progresivas a triunfar aunque sea con ciertos compromisos y temperamentos limitativos de la victoria, es regresivo cuando su intervención ayuda a triunfar a las fuerzas regresivas, también en este caso con ciertos compromisos y limitaciones, los cuales, sin embargo, tienen un valor, una importancia y un significado diferente que en el caso anterior. César y Napoleón I son ejemplos de cesarismo progresivo. Napoleón III y Bismark de cesarismo regresivo.
Se trata de ver si en la dialéctica revolución-restauración es el elemento revolución o el elemento restauración el que prevalece, ya que es cierto que en el movimiento histórico jamás se vuelve atrás y no existen restauraciones in toto. Por otro lado el cesarismo es una fórmula polémico-ideológica y no un canon de interpretación histórica. Se pueden dar soluciones cesaristas aún sin un César, sin una gran personalidad "heroica" y representativa. El sistema parlamentario dio también un mecanismo para tales soluciones de compromiso. (…) Todo gobierno de coalición es un grado inicial de cesarismo, que puede o no desarrollarse hasta los grados más significativos (naturalmente la opinión generalizada es, en cambio, la de que los gobiernos de coalición son el más "sólido baluarte" contra el cesarismo). En el mundo moderno, con sus grandes coaliciones de carácter económico-sindical y político de partido, el mecanismo del fenómeno cesarista es muy diferente del que existió en la época de Napoleón III. En el período hasta Napoleón III las fuerzas militares regulares o de línea constituirían un elemento decisivo para el advenimiento del cesarismo, que se verificaba a través de golpes de Estado bien precisos, con acciones militares, etc.
(...) El esquema genérico de las fuerzas A y B en lucha con una perspectiva catastrófica, es decir, con la perspectiva de que no venzan ninguna de las dos en la lucha por constituir (o reconstituir) un equilibrio orgánico del cual nace (puede nacer) el cesarismo, es precisamente una hipótesis genérica, un esquema sociológico (cómodo para el arte político). Esta hipótesis pudo tornarse cada vez más concreta, elevarse a un grado mayor de aproximación a la realidad histórica concreta si se precisan algunos elementos fundamentales.
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Sería un error de método (un aspecto del mecanicismo sociológico) considerar que en los fenómenos de cesarismo, tanto progresista como regresivo o de carácter intermedio episódico, todo el nuevo fenómeno histórico sea debido al equilibrio de las fuerzas "fundamentales": es necesario ver también las relaciones existentes entre los grupos principales (de distintos géneros; social-económico y técnico-económico) de las clases fundamentales y las fuerzas auxiliares guiadas o sometidas a la influencia hegemónica. (…)

El Estado.
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El Estado, en cuanto es la misma sociedad ordenada, es soberano. No puede tener límites jurídicos; no puede tener límites en los derechos públicos subjetivos, ni puede decirse que se auto limita. El derecho positivo no puede ser límite del Estado ya que puede ser modificado en cualquier momento por el Estado mismo en nombre de nuevas exigencias sociales. Poggi responde coincidiendo con estas afirmaciones y señalando que están ya implícitas en la doctrina del límite jurídico. Mientras exista un ordenamiento jurídico, el Estado estará constreñido por él; si lo quiere modificar, lo sustituirá por otro ordenamiento, lo cual significa que sólo puede actuar por vía jurídica [pero como todo lo que hace el Estado es por ello mismo jurídico, se puede continuar así hasta el infinito]. Analizar en qué medida las concepciones de Biggini son marxismo camuflado y hecho abstracto.
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Mientras exista el Estado-clase no puede existir la sociedad regulada sino metafóricamente, es decir, sólo en el sentido de que el Estado-clase es también una sociedad regulada. Los utópicos, en cuanto expresaban una crítica de la sociedad existente en su época comprendían bastante bien que el Estado-clase no podía ser la sociedad regulada; tan es así que en los tipos de sociedades representadas por las diversas utopías, se introducía la igualdad económica como base necesaria de las reformas proyectadas. Ahora bien, en esto los utópicos no eran utópicos, sino científicos concretos de la política y críticos congruentes. El carácter utópico de algunos de ellos estaba dado por el hecho de que consideraban que se podía introducir la igualdad económica mediante leyes arbitrarias, con un acto de voluntad, etc. Sin embargo, conserva su exactitud el concepto, que se encuentra también en otros escritores de política (aunque de derecha, o sea en los críticos de la democracia, en cuanto ella se sirve del modelo suizo o danés para considerar el sistema razonable para todos los países), de que no puede existir igualdad política completa y perfecta sin igualdad económica. (…)
La confusión entre Estado-clase y sociedad regulada es propia de las clases medias y de los pequeños intelectuales, quienes verían con agrado cualquier equilibrio que impidiese las luchas agudas y las catástrofes; es una concepción típicamente reaccionaria y regresiva.
Me parece que lo más concreto y sensato que se puede decir a propósito del Estado ético y de cultura es lo siguiente: cada Estado es ético en cuanto una de sus funciones más importantes es la de elevar a la gran masa de la población a un determinado nivel cultural y moral, nivel (o tipo) que corresponde a las necesidades de desarrollo de las fuerzas productivas y por consiguiente, a los intereses de las clases dominantes. La escuela como función educativa positiva y los tribunales como función educativa represiva y negativa, son las actividades estatales más importantes en tal sentido. Pero en realidad, hacia el logro de dicho fin tienden una multiplicidad de otras iniciativas y actividades denominadas privadas, que forman el aparato de la hegemonía política y cultural de las clases dominantes. La concepción de Hegel es propia de un período en el cual el desarrollo en extensión de la burguesía podía aparecer como ilimitado, de allí que pudiese ser afirmada la ética o universalidad de la misma: todo el género humano será burgués. Sin embargo, en la realidad sólo el grupo social que se plantea el fin del Estado y el suyo propio como una meta a alcanzar, puede crear un Estado ético, tendiente a poner fin a las divisiones internas de dominados, etc., y a crear un organismo social unitario técnico-moral.
La doctrina de Hegel sobre los partidos y las asociaciones como trama "privada" del Estado, derivó históricamente de las experiencias políticas de la Revolución francesa y debía servir para dar una mayor concreción al constitucionalismo. Gobierno con el consenso de los gobernados, pero con un consenso organizado, no genérico y vago como se afirma en el instante de las elecciones. El Estado tiene y pide el consenso, pero también lo "educa" por medio de las asociaciones políticas y sindicales, que son, sin embargo, organismos privados, dejados a la iniciativa privada de la clase dirigente. Hegel en cierto sentido supera ya, así, el puro constitucionalismo y teoriza el Estado parlamentario con su régimen de los partidos. Su concepción de la asociación no puede menos que ser todavía vaga y primitiva, oscilante entre lo político y lo económico, según la experiencia histórica de la época, que era muy restringida y daba un único ejemplo completo de organización, el "corporativo" (política injertada en la economía).
La Revolución francesa ofrece dos tipos prevalecientes: los clubes, que son organizaciones no rígidas, tipo "asamblea popular", centralizadas por ciertas individualidades políticas, cada una con un periódico que mantiene despierta la atención y el interés de una determinada clientela marginal, que luego sostiene las tesis del periódico en las reuniones del club. Cierto es que entre los concurrentes asiduos de los clubes debían existir grupos restringidos y selectos de personas que se conocían recíprocamente, se encontraban afuera y preparaban la atmósfera de las reuniones para sostener una u otra corriente según los momentos y también según los intereses concretos en juego.
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Es difícil que Hegel pudiese conocer profundamente estas experiencias históricas, que eran en cambio más nítidas en Marx.
La revolución producida por la clase burguesa en la concepción del derecho y por ende, en la función del Estado, consiste especialmente en la voluntad de conformismo (y, por consiguiente, ética del derecho y del Estado). Las clases dominantes precedentes eran en esencia conservadoras en el sentido de que no tendían a elaborar un acceso orgánico de las otras clases a la suya, vale decir no tendían, "técnica" e ideológicamente, a ampliar su esfera de clase: concepción de casta cerrada. La clase burguesa se considera a sí misma como un organismo en continuo movimiento, capaz de absorber toda la sociedad, asimilándola a su nivel cultural y económico: toda la función del Estado es transformada; el Estado se convierte en "educador", etc.
¿Cómo se produce una detención y se retorna al concepto del Estado como fuerza pura? La clase burguesa está "saturada"; no sólo no se expande, sino que se disgrega; no sólo no asimila nuevos elementos, sino que se desprende una parte de ella misma (o al menos los desprendimientos son enormemente más numerosos que las asimilaciones). Una clase que se considere a sí misma como pasible de asimilar toda la sociedad y que al mismo tiempo sea capaz de expresar este proceso, llevará a la perfección tal concepto, hasta el punto de concebir el fin del Estado y del derecho, devenidos inútiles por haber agotado su razón de ser y haber sido absorbidos por la Sociedad civil.
Se puede demostrar que el concepto común de Estado es unilateral y conduce a errores mayúsculos (…). Además del aparato gubernativo, debe también entenderse por "Estado" el aparato "privado" de "hegemonía" o sociedad civil. Hay que mostrar cómo de esta crítica del "Estado" que no interviene, que está a la cola de los acontecimientos, nace la corriente ideológica dictatorial de derecha, con su reforzamiento del ejecutivo, etc. (…). Curzio Malaparte, en la introducción a su libro sobre la Técnica del golpe de Estado, parece afirmar la equivalencia de la fórmula "Todo en el Estado nada fuera del Estado, nada contra el Estado" con la proposición "donde existe la libertad no existe el Estado". En esta proposición, el término "libertad" no es entendido en el significado común de "libertad política, vale decir de prensa, etc.", sino como contrapropuesto a "necesidad" y en relación a la proposición de Engels sobre el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad. Malaparte ni siquiera ha sospechado el significado de la proposición.
En la polémica (por lo demás superficial) sobre las funciones del Estado (y entiéndase, del Estado como organización político-jurídica en el sentido estricto) la expresión de "Estado-veilleur de nuit" [sereno] corresponde a la italiana de "Stato-carabiniere" y quiere significar un Estado cuyas funciones están limitadas a la tutela del orden público y del respeto de las leyes. No se insiste en el hecho de que en esta forma de régimen (que por otro lado no existió jamás sino corno hipótesis-límite, en el papel) la dirección del desarrollo histórico pertenece a las fuerzas privadas, a la sociedad civil, que es también Estado o mejor, que es el Estado mismo.
Parece que la expresión veilleur de nuit que debía tener un sentido más mordaz que la de "Stato-carabiniere" o de "Estado gendarme", es de Lasalle. Su opuesto sería "Estado-ético" o "Estado intervencionista" en general, aunque existen diferencias entre una y otra expresión. El concepto de Estado ético es de origen filosófico e intelectual (propio de los intelectuales: Hegel) y en verdad, podría ser unido al de Estado-veilleur de nuit, ya que se refiere por sobre todo a la actividad autónoma, educativa y moral del Estado laico, contrapuesto al cosmopolitismo y a la ingerencia de la organización religioso-eclesiástica, como residuo medieval. El concepto de Estado intervencionista es de origen económico y está vinculado por un lado a las corrientes proteccionistas o del nacionalismo económico y, por el otro, a la tentativa de hacer asumir a un determinado personal estatal, de origen terrateniente y feudal, la "protección" de las clases trabajadoras contra los excesos del capitalismo (política de Bismarck y Disraeli).
Estas diversas tendencias pueden combinarse de diferentes maneras y de hecho se han combinado. Naturalmente, los liberales ("economistas") están por el "Estado-veilleur de nuit" y desearían que la iniciativa histórica fuese dejada a la sociedad civil y a las diferentes fuerzas que allí pululan siendo el "Estado" el guardián de la "lealtad del juego" y de sus leyes. Los intelectuales hacen distinciones muy importantes cuando son liberales y también cuando son intervencionistas (pueden ser liberales en el campo económico e intervencionistas en el cultural). Los católicos desearían un Estado intervencionista totalmente a su favor, a falta de esto, o allí donde son minoría, exigen el Estado "indiferente", para que no sostenga a sus adversarios.
Es preciso meditar sobre este argumento: la concepción del Estado gendarme-guardián nocturno (apartando la especificación de carácter polémico: gendarme-guardián nocturno...) ¿no es, por otro lado, la única concepción del Estado que supera las fases extremas "corporativo-económicas"?
Estamos siempre en el terreno de la identificación de Estado y gobierno, identificación que precisamente representa la forma corporativo-económica, o sea, la confusión entre sociedad civil y sociedad política, ya que es preciso hacer constar que en la noción general de Estado entran elementos que deben ser referidos a la sociedad civil (se podría señalar al respecto que Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir, hegemonía revestida de coerción). En una doctrina del Estado que conciba esto como pasible de agotamiento parcial y de resolución en la sociedad regulada *, el argumento es fundamental. El elemento Estado-coerción se puede considerar agotado a medida que se afirman elementos cada vez más conspicuos de sociedad regulada (o Estado ético o sociedad civil).
* Como es evidente, con la expresión "sociedad regulada", Gramsci quiere hacer referencia a la sociedad sin clase, donde la anarquía de la producción ha desaparecido y una serie de funciones cumplidas antes por el Estado pasan a ser desempeñadas por diversas organizaciones del pueblo, preparando así la extinción del Estado (sociedad política). (N. del T.).
Las expresiones "Estado ético" o "sociedad civil" quieren significar que esta "imagen" del Estado sin Estado estaba presente en los más grandes científicos de la política y del derecho en cuanto se colocaban en el terreno de la ciencia pura (utopía pura, por estar basada en el presupuesto de que todos los hombres son realmente iguales y, por consiguiente, igualmente razonables y morales, es decir, pasibles de aceptar la ley espontáneamente, libremente y no por coerción, como impuesta por otra clase, como algo externo a la conciencia) .
Es preciso recordar que la expresión de "guardián nocturno" para el Estado liberal es de Lasalle, vale decir, de un estatista dogmático y no dialéctico (examinar bien la doctrina de Lassalle sobre este punto y sobre el Estado en general, en contraste con el marxismo). En la doctrina del Estado-sociedad regulada, de una fase en la que "Estado" será igual a "gobierno" y se identificará con "sociedad civil", deberá pasarse a una fase de Estado-guardián nocturno, fase de una organización coercitiva que tutelará el desarrollo de les elementos de sociedad regulada cuyo continuo incremento reducirá progresivamente las intervenciones autoritarias y coactivas del Estado. Pero esta perspectiva no puede hacernos pensar en un "nuevo" liberalismo, puesto que ella conduce al comienzo de una era de libertad orgánica.
Si es verdad que ningún tipo de Estado puede dejar de atravesar una fase de primitivismo económico-corporativo, de esto se deduce que el contenido de la hegemonía política del nuevo grupo social que ha fundado el nuevo tipo de Estado debe ser fundamentalmente de orden económico. Se trata de reorganizar la estructura y las reales relaciones entre los hombres y el mundo económico o de la producción. Los elementos de superestructura no pueden menos que ser escasos y su carácter será de previsión y de lucha, pero con elementos "de plan" aún escasos. El plan cultural será sobre todo negativo, de crítica del pasado, tenderá a hacer olvidar y a destruir. Las líneas de la construcción serán todavía "grandes líneas", esbozos, que podrán (y deberán ser cambiadas a cada momento para que coincidan con la nueva estructura en formación. Esto justamente es lo que no se verifica en el período de las Comunas; o mejor, la cultura, que permanece como función de la Iglesia, es de carácter antieconómico (con respecto a la economía capitalista naciente), no está dirigida a dar la hegemonía a la nueva clase, por el contrario tiende a impedir que ésta la adquiera. El Humanismo y el Renacimiento son por ello reaccionarios ya que indican la derrota de la nueva clase, la negación del mundo económico que le es propio.
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TEXTOS DE OTROS CUADERNOS DE LA CÁRCEL

Espontaneidad y dirección consciente. Se pueden dar varias definiciones de la expresión "espontaneidad", porque el fenómeno al que se refiere es multilateral. Hay que observar, por de pronto, que la espontaneidad "pura" no se da en la historia: coincidiría con la mecanicidad "pura". En el movimiento "más espontáneo" los elementos de "dirección consciente" son simplemente incontrolables, no han dejado documentos identificables. Puede por eso decirse que el elemento de la espontaneidad es característico de la "historia de las clases subalternas", y hasta de los elementos más marginales y periféricos de esas clases, los cuales no han llegado a la conciencia de la clase "para sí" y por ello no sospechan siquiera que su historia pueda tener importancia alguna, ni que tenga ningún valor dejar de ella restos documentales.
Existe, pues, una "multiplicidad" de elementos de "dirección consciente" en esos movimientos, pero ninguno de ellos es predominante ni sobrepasa el nivel de la "ciencia popular" de un determinado estrato social, del "sentido común", o sea, de la concepción del mundo tradicional de aquel determinado estrato. (…) El hecho de que existan corrientes y grupos que sostienen la espontaneidad como método demuestra indirectamente que en todo movimiento "espontáneo" hay un elemento primitivo de dirección consciente, de disciplina. A este respecto hay que practicar una distinción entre los elementos puramente "ideológicos" y los elementos de acción práctica, entre los estudiosos que sostienen la espontaneidad como "método" inmanente y objetivo del devenir histórico y los politicastros que la sostienen como método "político". En los primeros se trata de una concepción equivocada; en los segundos se trata de una contradicción inmediata y mezquina que trasluce un origen práctico evidente, a saber, la voluntad práctica de sustituir una determinada dirección por otra. También en los estudiosos tiene el error un origen práctico, pero no inmediato como en el caso de los políticos. El apoliticismo de los sindicalistas franceses de anteguerra contenía ambos elementos: era un error teórico y una contradicción (contenía el elemento "soreliano" y el elemento de concurrencia entre la tendencia anarquista-sindicalista y la corriente socialista. (…)
El movimiento turinés fue acusado al mismo tiempo de ser "espontaneista" y "voluntarista" o bergsoniano (!). La acusación contradictoria muestra, una vez analizada, la fecundidad y la justeza de la dirección que se le dio. Esa dirección no era "abstracta", no consistía en una repetición mecánica de las fórmulas científicas o teóricas; no confundía la política, la acción real, con la disquisición teorética; se aplicaba a hombres reales, formados en determinadas relaciones históricas, con determinados sentimientos, modos de concebir, fragmentos de concepción del mundo, etc., que resultaban de las combinaciones "espontáneas" de un determinado ambiente de producción material, con la "casual" aglomeración de elementos sociales dispares. Este elemento de "espontaneidad" no se descuidó, ni menos se despreció: fue educado, orientado, depurado de todo elemento extraño que pudiera corromperlo, para hacerlo homogéneo, pero de un modo vivo e históricamente eficaz, con la teoría moderna. Los mismos dirigentes hablaban de la "espontaneidad" del movimiento, y era justo que hablaran así: esa afirmación era un estimulante, un energético, un elemento de unificación en profundidad; era ante todo la negación de qué se tratara de algo arbitrario, artificial, y no históricamente necesario. Daba a la masa una conciencia "teorética" de creadora de valores históricos e institucionales, de fundadora de Estados. Esta unidad de la "espontaneidad" y la "dirección consciente", o sea, de la "disciplina", es precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto política de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las masas.
A este propósito se plantea una cuestión teórica fundamental: ¿puede la teoría moderna encontrarse en oposición con los sentimientos "espontáneos" de las masas? ("Espontáneos" en el sentido de no debidos a una actividad educadora sistemática por parte de un grupo dirigente ya consciente, sino formados a través de la experiencia cotidiana iluminada por el sentido común, o sea, por la concepción tradicional popular del mundo, cosa que muy pedestremente se llama "instinto" y no es sino una adquisición histórica también él, sólo que primitiva y elemental). No puede estar en oposición: hay entre una y otros diferencia "cuantitativa", de grado, no de cualidad: tiene que ser posible una "reducción", por así decirlo, recíproca, un paso de los unos a la otra y viceversa. (Recordar que Kant quería que sus teorías filosóficas estuvieran de acuerdo con el sentido común; la misma posición se tiene en Croce; recordar la afirmación de Marx en la Sagrada Familia, según la cual las fórmulas de la política francesa de la Revolución se reducen a los principios de la filosofía clásica alemana.) Descuidar --y aun más, despreciar-- los movimientos llamados "espontáneos", --o sea, renunciar a darles una dirección consciente, a elevarlos a un plano superior insertándolos en la política, puede a menudo tener consecuencias serias y graves. Ocurre casi siempre que un movimiento "espontáneo" de las clases subalternas coincide con un movimiento reaccionario de la derecha de la clase dominante, y ambos por motivos concomitantes: por ejemplo, una crisis económica determina descontento en las clases subalternas y movimientos espontáneos de masas, por una parte, y, por otra, determina complots de los grupos reaccionarios, que se aprovechan de la debilitación objetiva del gobierno para intentar golpes de estado. Entre las causas eficientes de estos golpes de estado hay que incluir la renuncia de los grupos responsables a dar una dirección consciente a los movimientos espontáneos para convertirlos así en un factor político positivo. (…) Otros ejemplos pueden tomarse de todas las revoluciones del pasado en las cuales las clases subalternas eran numerosas y estaban jerarquizadas por la posición económica y por la homogeneidad. Los movimientos "espontáneos" de los estratos populares más vastos posibilitan la llegada al poder de la clase subalterna más adelantada por la debilitación objetiva del Estado. Este es un ejemplo "progresivo", pero en el mundo moderno son más frecuentes los ejemplos regresivos.

[ESTRUCTURA Y SUPERESTRUCTURA]
Economía e ideología. La pretensión (presentada como postulado esencial del materialismo histórico) de presentar y exponer toda fluctuación de la política y de la ideología como expresión inmediata de la estructura tiene que ser combatida en la teoría como un infantilismo primitivo, y en la práctica hay que combatirla con el testimonio auténtico de Marx, escritor de obras políticas e históricas concretas. A este respecto son de especial importancia el 18 Brumario y los escritos acerca de la Cuestión oriental, pero también otros (Revolución y contrarrevolución en Alemania, La guerra civil en Francia y otros menores). Un análisis de esas obras permite fijar mejor la metodología histórica marxista, integrando, iluminando e interpretando las afirmaciones teóricas dispersas por todas las obras.
Así podrá observarse cuántas cautelas reales introduce Marx en sus investigaciones concretas, cautelas que no podían formularse en las obras generales. Entre esas cautelas podrían enumerarse como ejemplo las siguientes:
1) La dificultad que tiene el identificar en cada caso, estáticamente (como imagen fotográfica instantánea), la estructura; la política es de hecho en cada caso reflejo de las tendencias de desarrollo de la estructura, pero no está dicho que esas tendencias vayan a realizarse necesariamente. Una fase estructural puede estudiarse y analizarse concretamente sólo cuando ya ha superado todo su proceso de desarrollo, y no durante el proceso mismo, salvo por hipótesis y declarando explícitamente que se trata de hipótesis.
2) De lo anterior se deduce que un determinado acto político puede haber sido un error de cálculo de los dirigentes de las clases dominantes, error que el desarrollo histórico corrige y supera a través de las "crisis" parlamentarias gubernativas de las clases dirigentes; el materialismo histórico mecánico no considera la posibilidad de error, sino que entiende todo acto político como determinado por la estructura de un modo inmediato, o sea, como reflejo de una modificación real y permanente (en el sentido de adquirida) de la estructura. El principio del "error" es complejo: se puede tratar de un impulso individual por equivocación de cálculo, o también de manifestaciones de los intentos de determinados grupos o grupitos de hacerse con la hegemonía dentro de la agrupación dirigente, intentos que pueden fracasar.
3) No se considera lo suficiente el hecho de que muchos actos políticos se deben a necesidades internas de carácter organizativo, o sea, que están vinculados a la necesidad de dar coherencia a un partido, a un grupo, a una sociedad. (…)



[1] [Término equivalente a “políticas públicas”] (Nota del editor.  S.F.)

1 comentario:

  1. Ejes y palabras clave para la selección de textos “NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, SOBRE POLITICA Y EL ESTADO MODERNO” (CUADERNOS DE LA CÁRCEL)

    1) La ciencia de la política. Maquiavelo, su estilo. A quién se dirige. Vínculos con la filosofía de la praxis.
    2) La política como ciencia autónoma. Grados de la superestructura. Bloque histórico. Concepto de apariencias. Política y economía. Maquiavelo y su época.
    3) Elementos de política. Gobernantes y gobernados. Dirigentes y dirigidos. La formación de dirigentes. Obediencia y consenso. Educación. Partidos
    4) El partido político. El “moderno príncipe”. El partido. Fracciones de partidos. Intelectuales y medios de comunicación. Partidos y grupos sociales. Partidos progresivos y regresivos; democráticos y burocráticos.
    5) Industriales y agrarios. Partidos y clases sociales. Bloques de partidos. Dirigentes y dirigidos.
    6) Previsión y perspectiva. Previsión política. La doble perspectiva. Relaciones dialécticas. Movimiento histórico. Previsión y pasión. Voluntarismo. Leyes mecánicas. Realismo excesivo vs idealismo. Acción política.
    7) Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerza. Lo nacional y lo internacional. Estructura y superestructuras. Movimientos orgánicos y ocasionales. Economicismo e ideologismo. Mecanicismo y voluntarismo. Crisis y relaciones de fuerzas.
    8) Observaciones sobre algunos aspectos de la estructura de los partidos políticos en los períodos de crisis orgánica. Crisis orgánica. Crisis de hegemonía. Clase dirigente. Solución orgánica. Empate. Jefe carismático. Partidos políticos.
    9) El cesarismo. Empate. Cesarismo. Progresivo o regresivo. Dialéctica revolución-restauración. Equilibrio de fuerzas. Clases fundamentales.
    10) El Estado. Estado. Estado ético. Concepción de Hegel. Consenso y educación. Estado educador y Estado fuerza. Hegemonía política y cultural. “Fin” del Estado. Coerción y consenso. Estado gendarme. Sociedad política y Sociedad civil. Estado sin estado.
    11) Espontaneidad y dirección conciente. Espontaneidad. Dirección. Concepto de unidad. Movimiento turinés.
    12) Estructura y superestructura. Determinismo y marxismo. Análisis de la estructura. El principio del error.

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