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La realización del Sujeto en Sociales: El estudiante
Una aplicación práctica

por Sebastían Sanjurjo. Octubre de 2011


En su estado más inmediato, la conciencia del sujeto que ingresa en la facultad de Ciencias Sociales (de ahora en más MT), experimenta a través de los sentidos. Demás está decir que dicha conciencia ya muestra cierto grado de desarrollo, fruto de su devenir histórico, su condición de vida que, en los términos generales que conciernen al sujeto analizado, podría ubicarse en la clase media, con todas las distintas especificidades y heterogeneidades que dicho status porta. Así, al ingresar a MT, privada de las herramientas que la certeza sensible nunca le ofrecerá, observa fotos del che, afiches, citas, referencias hacia personajes de origen foráneo, catedráticos cuyo prestigio académico deviene de haber leído a Marx directo del alemán o de alguna que otra beca por una especialización en Sastre. En principio, esto le será totalmente ajeno, por lo que tomará la forma de un “esto”, indefinido aún.

A razón del devenir de su horario, empezará a pasar mucho tiempo en dicha estructura edilicia, por lo que empezará MT a dejar de ser un “esto”, para configurarse como una universidad, donde –supone- asiste la gente estudiosa, portadora de arduos conocimientos. Este tiempo que transcurre en MT, la hará volver sobre sí misma, indagar sobre lo que allí está ocurriendo, sobre las significaciones que dichas representaciones que se le presentan tienen. Esta vuelta hacia ella misma le permitirá ver que la verdad no está en eso que mediante la certeza simple se le presentaba desfigurado, amorfo, sin significación propia. Es en este regreso, de tipo sujeto-sujeto, que “esto” que antes presentía se muestra como una percepción: “La realidad es injusta, regida por la explotación del capital sobre el trabajo”.

Este estado de la conciencia no le permitirá aún ver el “todo”, esto es, el objeto en tanto la función y momento que cumple y ocupa espacio-temporalmente. Percibe las formas, pero no las “entiende”, es ajeno a la “ley del objeto” el cual lo ve como lo “uno” y lo múltiple” a la vez. Es y no es. Es lo que es, lo que ve y no es lo que puede ser en potencia. Pero aún su conciencia no comprende este devenir del objeto que, en tanto lo siga buscando en el objeto mismo, la explicación lo seguirá eludiendo. De esta etapa resulta que a sus lecturas obligatorias académicas, le agregue algún que otro gran teórico de eso que está, que es, pero que no alcanza a divisar: Marx, Lenin, Trotsky, Mao, Gramsci. Característico de este estado de conciencia es el ya mencionado hecho de no poder distinguir entre lo uno y lo múltiple, por lo que no podrán interpretarlos en ese “todo” dialéctico que es la realidad o mejor dicho, en la realidad en que ellos actuaron. Quedarán como “conceptos”.

Para superar este momento del objeto, recurrirá al entendimiento, buscando aún, en sus primeras incursiones, la respuesta en el objeto. Al aplicarle las categorías que el entendimiento le provee, comprenderá la “ley del objeto” a la cual le agregará la razón, que es, por así decirlo, aquella fase superior que el entendimiento y la comprensión de “la ley del objeto” han activado. Entonces llega a conclusiones tales como: “Si la explotadora es la burguesía a través de la extracción de plusvalía, entonces en Argentina hubo y hay una clase dominante que así nos explotó y nos explota.” “Si la revolución china fue de base campesina, entonces Biolcati es Mao Tse Tung”. Concluye, claro está, sin reparar en las condiciones particulares de su realidad, en cuestiones tales como la renta agraria diferencial y el capital extranjero.
La razón le permitió poner en movimiento aquello que el entendimiento en su génesis no se veía posibilitado de desarrollar. Ya no es la misma, la conciencia experimenta satisfacción, comprende lo que en ese “todo”, al que le da forma de facultad, ocurre. Está satisfacción le muestra que al conocer al objeto se está conociendo sí misma, lo que es decir, el objeto está y es parte integrante de ella, del sujeto. Al tomar dimensión de la interrelación sujeto-objeto en que la realidad se presenta, comprende que si el objeto está en ella, si es ella parte integrante de un “todo”, el cual juzga injusto, está a su menester el pasar a la práctica para transformarlo: empieza a militar en MT. En este momento, ya comprende que aquel objeto que antes veía como el “todo” es objeto en tanto pensado por un sujeto, por ella. Entonces ahora lo ve como un “objeto real”, como “la verdad”, y ya no como dos ámbitos separados sino como dos momentos de una totalidad.

Al comprender que el objeto no está sino en ella misma, es que deja de ser conciencia para pasar a la dialéctica de la auto-conciencia. Aquí comienza su autorrealización y en este caso, su desencuentro con tal proceso. Desencuentro en tanto la auto-conciencia para desarrollarse, tras suplir su deseo animal –deseo alimentario y sexual-, debe ir en busca de concretar su deseo humano. Es aquí donde el estudiante, que ya devino en militante por la causa de los trabajadores explotados, encuentra sus mayores dificultades. Dificultades porque no puede saciar su deseo de reconocimiento, puramente humano, en tanto el trabajador por quien dice luchar le es adverso. Así, el trabajador no lee a Marx ni brega por el socialismo, sino que atiende a sus necesidades del día a día, atento a esta lucha dialéctica que tiene que dar constantemente con su patrón; y lo que es peor: no se define como “la función histórica del capital lo ha determinado” sino como “peronista”.

No lo entiende, cree que el trabajador está equivocado, es decir, la realidad se le presenta como “negación”. Lo que no entiende es que el trabajador lucha en la práctica, desde la fábrica o puesto de trabajo, y no desde la teoría europea que el militante quiere transpolar. Así, la autoconciencia experimenta, en este momento en que no puede realizarse, angustia, rencor hacia ese pueblo que no lo entiende. Esta autoconciencia no podrá realizarse en tanto la realidad se le siga presentando como negación: desde el “yo”, que es y no es, en tanto parte de un “todo” en movimiento que lo excede, no podrá encontrar la solución, no tiene las herramientas, no están en MT. Hay un “todo” por fuera de MT – en términos hegelianos, un espíritu, un “yo” colectivo- que se le presenta adverso y que recorre su camino, su movimiento dialéctico que se compone de avances y retrocesos, insertos en una constante lucha que no se da desde teorías escritas para otra realidad sino desde la praxis misma: es la conciencia nacional. Es el transplante mecánico de teóricos ajenos a nuestra realidad lo que le impide su realización, es partir de un “a priori”, de lo que debe ser y no de lo que es, es el desconocimiento de que si la conciencia –en tanto espíritu- es un devenir en constante movimiento -en tanto nada “quieto” es “verdad”- no hay soluciones sin indagar en la historia de un pueblo, en sus tradiciones de lucha, su lenguaje. De ahí sus posturas vanguardistas y su histórico desencuentro con el pueblo trabajador.



Poema de John Donne, poeta inglés. Enviado por Virginia Carlino:


Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

Versión original en inglés:http://polyticks.com/home/Visions/NoManIsl.htm


La dialéctica hegeliana, por Virginia Carlino

Dos tostadas de pan bajo una montaña de queso crema y mermelada de durazno. Atún en el plato del gato. Una ducha caliente de esas que hacen del baño un sauna, y llenan el techo de manchas negras de humedad. Silencio, estropeado por el ladrido de los perros del vecino y los colectivos de la calle. Una canción de Ornella Vanoni sonando en su cabeza. Casi, podría decirse, casi una mañana más.
Pero al otro lado de la puerta del patio, una ola de pies pisaba continuamente el piso, para ir y vovler, cargar y descargar, y vaciar de una buena vez ese espacio que tan indignamente había sido llenado de insensatez y fealdad.
Finalmente la ducha se cerró. El reflejo de una extraña la enfrentaba del otro lado del espejo.
La puerta del living abrió a un desierto de madera en vez de arena, que  contenía la única silla restante, una sola silla que esperaba ser ocupada.
Ahí sentada, tenía la sensación de que los meses que habían pasado habían sido solo un mal recuerdo añejo. Lo cierto es que ya no le importaban las distancias, el living olía a madera limpia, y los perros esa mañana no ladraron.
Algo había cambiado, a pesar de su percepción equívoca del tiempo y de su descreimiento de las agrias experiencias domésticas transcurridas - y por fortuna, concluídas - algo había cambiado. Y bajo el disfraz de una mañana ordinaria de mermelada y encantadora humedad, una sonrisa reveló su gran secreto: ella no era la misma.

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